EL Arte del período barroco en España queda magníficamente representado en la obra del Greco, de Diego de Velásquez y de Bartolomé Murillo, sin que esta selección signifique el desmerecimiento de la gran pintura realizada por José Rivera, Francisco de Herrera el Viejo, Francisco de Zurbarán, Claudio Coello, Juan Valdéz Leal y otros.
La pintura del Greco, de Velásquez y de Murillo compendian en sí, total y cronológicamente los caracteres estéticos esenciales de la España del siglo XVII.
El Greco cuya labor abarca el primer tercio del siglo, constituye la expresión pura del sentimiento profundamente religioso del pueblo español. Su amaneramiento de estilo obedece a la intención renovadora que distingue el arte al fin del Renacimiento, del cual también fue protagonista; y al deseo de expresar mejor el verdadero fervor místico que era el móvil primordial del arte español desde Fernando Gallegos y Bartolomé Bermejo en el siglo XV.
Su línea alargada y ondulante con tendencia vertical para crear superficies en forma de lenguas de fuego; su color grisáceo, su fuerte contraste de luz y sombra, su representación figurativa alargada, son los medios con que logra expresar mejor que nadie, la historia, el alma, el sentimiento, la vida, el suelo mismo de la España de su época.
Luego le sucede Diego de Velásquez, que actúa como pintor de Corte durante el segundo tercio de siglo, y cuya obra refleja con lujo de detalles el ambiente aristocrático en que se desarrolla y en el que habita la nobleza encabezada por el rey Felipe IV.
Luego sigue el pintor del pueblo, Bartolomé Murillo, el devoto realizador de las Concepciones, maestro insuperable de los niños pobres traviesos y picarillos con gracia e inocencia angelical. Sus vírgenes madres, como las de Rafael, son delicadas pero de más humana feminidad, tal vez como reclamo imperativo y realista del amor que también le hizo falta desde los primeros años de su pobre niñez.
fuente artespláticasjuanvillacortaparedes
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