William Blake
William Blake es
un genio que no fue comprendido y valorado en toda su grandeza hasta después de
su muerte. Pero el tiempo, dicen, pone todo en su lugar, y el que ocupa ahora
en el libro del arte y la literatura es un puesto privilegiado, tanto es así,
que es considerado uno de los más importantes creadores británicos.
Sin embargo, su extensa obra sigue siendo desconocida para muchas personas y su
dimensión de poeta suele predominar sobre su trabajo como pintor y grabador,
aunque, para él, todas sus formas de expresión artística constituían un mismo
bloque que no podía ser fraccionado.
Con el ánimo de
rendir homenaje y, al
mismo tiempo, mostrar desde una perspectiva global su universo creativo, la Tate Britain de Londres ha
apostado por el montaje de la mayor exposición de Blake en los últimos veinte
años, con más de 300 obras, algunas de ellas nunca antes mostradas ante un público
numeroso.
Más preciso que a mano
Es el caso de una
colección de doce grabados en gran formato que tienen más de 200 años y que,
según explican desde el museo, son obras «frágiles» que «normalmente solo se
muestran a pequeños grupos durante cortos períodos de tiempo, lo que hace que
sea una oportunidad única para ver la notable serie completa». Para crear este
conjunto, el artista utilizó una técnica experimental de impresión
monotípica con tinta y acuarela, lo que consigue que tenga «algunas texturas
extraordinarias que serían imposibles de lograr a mano». Como la propia mente
de Blake, está inspirado en el mundo de la ciencia, de la Biblia,
de Shakespeare y de Milton. Y, sin embargo, como
toda obra, una vez que es liberada de la cabeza de su autor, queda a la
variable interpretación de quienes la contemplan.
Otra de las joyas
que se presentan en la cita es el que se considera el único
autorretrato terminado del artista, cuando tenía 45 años, y que se exhibe
en el Reino Unido por primera vez. En los 200 años desde su creación, este
dibujo a lápiz detallado solo se ha mostrado una vez con anterioridad y se
exhibe junto con un boceto de su esposa Catherine, cuya
contribución al desarrollo de su vida personal y profesional fue enorme. De
hecho, ella misma se convirtió en una virtuosa del grabado y
tuvo mucha influencia en la producción literaria del autor, que fue quien la
enseñó a leer, ya que era analfabeta. La exposición pone a Catherine -que
además coloreó muchas de sus pinturas- en el centro de atención y le da el
merecido sitio que hasta el momento le había sido negado. «La extraordinaria
visión de Blake dependía de la estabilidad doméstica de su vida con Catherine»,
dicen desde la Tate.
«La Sabiduría
consiste en los detalles, y la felicidad también», dejó escrito este pilar del
Romanticismo, nacido en Londres en 1757, de quien Jonathan Jones, periodista de
arte de The Guardian, ha llegado a decir que es «de lejos,
el mejor artista que Gran Bretaña haya producido», y no cabe duda de que ha
sido fuente de inspiración para artistas, músicos, escritores e intérpretes de
todo el mundo a lo largo de dos siglos.
«El arte de Blake
fue producto de sus tiempos tumultuosos, con la
revolución, la guerra y la política progresista actuando como el crisol de su
imaginación única», explican desde la Tate, y por eso los curadores de la
muestra se han abocado a contextualizar el trabajo visual y literario dentro
del contexto biográfico para entender la obra. Así, hay un enfoque en Londres,
la ciudad en la que nació y vivió la mayor parte de su vida, «esa floreciente
metrópolis que fue una fuente constante de inspiración para el artista, un
entorno en el que las duras realidades y la pura imaginación se entrelazaron».
La exposición, que
está acompañada de un completo programa de charlas y eventos, es única y
sorprendente, pero no es un caramelo. Su estética es de una intensidad
rompedora, desestabilizante ante la mucha oscuridad en la mirada de este
visionario que se movió entre la rebeldía y la espiritualidad.
Es el propio museo
el que hace una advertencia a tomar en cuenta: «El arte de William Blake
contiene imágenes fuertes y a veces desafiantes, incluidas algunas
representaciones de crueldad, sufrimiento, violencia sexual y trato brutal a
personas esclavizadas». Y es que como apuntó el propio artista: «La
imaginación no es un estado: es la existencia humana misma». Y en esa
existencia caben tanto la brutalidad, como la belleza.
fuenteabc.es
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