El arte Rococó, que floreció en Francia y en Alemania a principios del
siglo XVIII, era en muchos aspectos una continuación del barroco, sobre todo en
lo concerniente al uso de la luz y de la sombra y al movimiento compositivo.
Es un estilo más ligero y festivo, muy adecuado para la
decoración de las residencias parisinas.
Es un arte eminentemente aristocrático, un arte para la alta
clase media, amante de un estilo
mundano, íntimo y delicado. La sociedad ansía la libertad, el buen gusto y el placer.
Los temas preferidos para la
representación en pintura son: fiestas
galantes y campestres, damas, rigodones, minués y aventuras amorosas y
cortesanas. Por todo esto, se recuperan personajes mitológicos como
Venus y Amor que se entremezclan en las escenas representadas dotando a las
composiciones de un tono de sensualidad, alegría y frescura.
Es
usual el referirse al estilo Rococó como estilo galante. El nombre
proviene del verbo galer, que en francés significa ser valiente y hábil
en el trato con las mujeres. El galante es aquel que sabe tratar y complacer a
una mujer. La figura de la mujer es
un foco inspirador de la pintura. La mujer es una figura bella y sensual, cada
vez más culta. Ella seduce y participa en aventuras prohibidas. El escenario en que se ubica la
trama pictórica ayuda a que la sociedad se identifique con personajes de historias pastoriles e idílicas.
Por todas estas
características, el Rococó se considera un arte frívolo, exclusivo de la aristocracia, ajena a los problemas
sociales y sólo concentrada en su
descanso y deleite.
Representantes del Rococó
En Francia: Watteau, Boucher, Fragonard. Chardin y Greuze
En Francia: Watteau, Boucher, Fragonard. Chardin y Greuze
En Inglaterra: Reynolds, Gainsborough,
En Italia: Solimena, Tiépolo
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